Un fotógrafo de Alaska ha llevado el concepto de las selfies a un nivel completamente nuevo, documentando meticulosamente su rostro durante más de una década y media. Jonathan Keller inició este extraordinario proyecto mucho antes de que las selfies se convirtieran en un fenómeno cultural, capturando su imagen diariamente desde 1998 hasta la actualidad.
El ambicioso proyecto, titulado «Viviendo mi vida más rápido», ha culminado en un impresionante video de tres minutos y medio que condensa 5.840 selfies, mostrando la transformación gradual de Keller desde sus 22 años hasta su actual edad de 39. Lo más sorprendente es la consistencia en su método: cada fotografía mantiene la misma expresión neutral, permitiendo que los sutiles cambios físicos sean los únicos protagonistas de esta narrativa visual.

El origen de las selfies como documentación personal
Lo que comenzó como una justificación improvisada para la compra de una cámara Nikon CoolPix 900 se convirtió en un compromiso de vida. Según relata Keller, fue un comentario sarcástico de su entonces novia lo que desencadenó todo: «Me preguntó con tono sarcástico si la usaría todos los días, le dije que sí y decidí hacerlo», explica el fotógrafo sobre los inicios de su proyecto.
Con el tiempo, este ritual diario adquirió dimensiones más profundas. Si bien originalmente se centraba en capturar las variaciones cotidianas casi imperceptibles, la acumulación de años transformó el proyecto en una poderosa reflexión sobre el paso del tiempo y el proceso de envejecimiento. El contraste entre la primera y la última imagen revela de manera contundente cómo los cambios graduales, casi invisibles día a día, resultan drásticos cuando se observan en retrospectiva.
A pesar de haber alcanzado este hito impresionante, Keller no muestra intención alguna de detener su proyecto. «Planeo continuar tomándome selfies hasta el día que muera. Solo ahí estará completo y tendrá un gran valor», afirma con determinación, añadiendo con cierta melancolía: «Esperemos que la fecha de finalización esté lejos, pero uno nunca sabe, ¿no es cierto?»
La obra de Keller trasciende la simple vanidad asociada frecuentemente con las selfies modernas, elevándolas a una forma de arte conceptual y una poderosa herramienta para visualizar el tiempo. Su proyecto no solo documenta su transformación física, sino que también captura la esencia del tiempo como una fuerza constante e implacable que moldea nuestra existencia.
Este tipo de compromiso a largo plazo con un proyecto artístico personal representa una fascinante intersección entre la documentación autobiográfica, el arte conceptual y la exploración de la identidad a través del tiempo. En la era de la gratificación instantánea y el contenido efímero, el proyecto de Keller nos invita a reflexionar sobre la persistencia y la paciencia como valores fundamentales para la creación artística significativa.
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